Mi
cuerpo flota en el vacío. Observo el universo, mi primer amor. Es
tan negro, tan oscuro y tan terriblemente grande que hasta me hace
sentir bien.
Giro
sobre mí misma y danzo, sola, como un satélite.
Es
tan maravilloso, el espacio. Me hace sentir como a una pequeña
semilla, como a una insignificante mota de polvo. Las estrellas
también parecen pequeñas. A mi vista, todos los mundos existentes
son invisibles o más diminutos que una partícula de polen. Eso es
la existencia, polen esparcido sobre obsidiana. Todos los miedos y
obsesiones, todos los sueños, toda la paz y toda la sangre vertida
sobre la tierra. Tan sólo son polen que jamás encontrará una
flor, que vagará durante toda la eternidad a la deriva de lo
desconocido sin jamás encontrar las respuestas.
Eso
es terrible. Pero también irremediablemente hermoso en su
desesperanza.
Intento
aguantar la respiración un segundo más, pero no puedo. La nave que
había sido mi prisión se aleja rápidamente hasta desaparecer.
Sola, fuera de una matriz de hierro que va rumbo a lo desconocido, a
la incertidumbre y el horror de lo infinito. Horror
vacui.
¿Y
si vivir realmente es esto, un mar de luces impotentes sobre la
inmensa oscuridad?
Veo
unos ojos que parecen entrañar toda las fuerzas de la naturaleza en
ellos. Son el sol y son el musgo, son el fuego y la mugre, el éxtasis
y la miseria. Pero por muy increíbles y de otro mundo que parezcan,
los conozco. Son los suyos. Es él. Tiene las mejillas rosadas como
si hubiese paseado al lado del mar un día soleado de invierno. Abre
esos labios tan irresistibles que tiene y me derrumbo ante ellos.
Observo las firmes formas de su cuerpo, que brilla a la luz de las
estrellas con la intensidad de quinientos soles.
-Hola- digo, acercándome a él-. ¿En qué piensas ahora?
-Me
encantaría pintar un cuadro sobre esto- murmura. Su voz sigue tan
grave y tan musical como siempre. Es todo un alivio.
-¿Sobre
qué?
-Sobre
la inmensidad del cosmos. No se parece a nada que haya visto- esboza
una gran sonrisa-. Me ha dejado sin aliento.
-Ese
chiste es tan malo no debería hacerme gracia- digo entre
carcajadas-. Pero mira, me estoy riendo, como si estuviese viva.
-Estás
viva. Siempre lo estarás.
Me
abraza. Pongo la cabeza en mi lugar favorito de todo el universo y
más allá.
-¿Bailamos?-
pregunto, feliz.
-Sí.
Una vez más.
Y
bailamos, a través del tiempo, a través de las estrellas.