No recuerdo muy bien como era todo antes, pero lo poco que recuerdo es tan vívido y real como si hubiese ocurrido hace un minuto. Es difícil poder olvidar. Muy difícil. Diría que es hasta imposible, sobretodo cuando es lo único que me queda. Hacía sol. Sí. Hacía muchísimo sol, y me costaba mirar sin entrecerrar algo los ojos. Tenía un juguete en la mano. Uno de plástico. Los demás niños también tenían juguetes, palas, cubos. La fina tierra manchándolo todo. Un niño se tiró por el tobogán. Pero éste ardía. Lo sé porque yo me había tirado antes. La palma de su mano enrojeció, y el contuvo un llanto. Su madre no se dio cuenta. Nadie. Fue imperceptible. Él debió olvidar el dolor, porque continuó jugando con una sonrisa imborrable en aquel rostro inolvidable. Me acerqué. Quería pedirle aquel rastrillo verde lima que tenía al lado. Le di un leve toque en el hombro, para llamar su atención. Se giró hacía mí distraído y me dio el juguete. Cogí aquel trozo de plástico de su mano. Nuestras pieles se rozaron, y percibí su palma de fina piel enrojecida prácticamente incandescente. Una milésima de segundo. Mi mano contra la suya. Frío. Estaba desconcertada. Una fina capa de escarcha cubrió nuestros brazos unidos por un pequeño trozo de piel. Su mano ya no estaba roja. Y yo no sabía nada. El niño sonrió más aún, con alivio en el semblante. Lo que había ocurrido era inquietante. Sumamente inquietante. Salí corriendo dejando caer el rastrillo y me apresuré a subir al columpio en un intento de olvidar lo que acababa de ocurrir. Fue inútil, ya que el niño vino corriendo hacia mí.
-Gracias.- dijo el niño- Ya no me quema la mano. ¿Eres una hada?
La ingenuidad de sus palabras ahora me resulta lacerante.
-No. Yo no he hecho nada.
-Sí. Lo he visto. ¡Ha sido muy chulo! Todo se ha llenado de hielo. Como el de los granizados.-nos pusimos a reír con la comparación.
-¿Cómo te llamas?- inquirí
-Den. Bueno, me llamo Dennis pero es muy feo.
-A mi me gusta.
-¿Y tú como te llamas?- dijo él.
-Yo me llamo...
Nunca pude decir mi nombre. Su madre lo cogió en brazos y se lo llevó del parque murmurando algo de una fiesta de cumpleaños. Mi nombre se quedó colgando en el aire. Es lo único que no he recordado.
Pensar donde puede que esté Den ahora me llena de un terror infinito y primitivo. Su dulce sonrisa, éso seguro que aún no ha cambiado. Lo encontraré. Sí, lo encontraré.