¡Oh! Ya llega diciembre. El frío ya se nota en serio y no cómo en agosto ni en octubre más y se acercan las Navidades. El año transcurre cómo si un tobogán de agua se tratase que metáfora tan chupi. Empieza y sigues hacia adelante deslizándote a una velocidad vertiginosa, a veces intentando aferrarte y no ir tan deprisa, pero no puedes evitar el paso del tiempo. Antes de que te des cuenta, ya has llegado al final del tobogán, y te montas en otro distinto. Y vuelta a empezar. ¡Pero si hace dos días todavía se estaba acabando el curso! Aún así, ésta época del año me gusta. Queda poco para vacaciones, la rutina se calma, sale humo de la boca por el frío y en las calles ponen las luces. Entonces todo tiene un aire distinto... Y a partir de allí ya se sabe todo lo que ocurre. Cabalgatas que pasean altivas ajenas al batiburrillo que forman al tirar caramelos, nieva ocasionalmente, y el pálido espectro de luz que se filtra por la ventana indica una tranquilidad inquieta, clamando ser llenada.
Así que... ¡Bienvenido, Diciembre!
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