Se puso su vestido azul con blonda negra, que era su favorito, y unos tacones. Se miró en el espejo. Le faltaba todavía un poco de pintalabios, pese que había estado una hora maquillándose. Se retocó el maquillaje y salió por la gran puerta de entrada. La noche era joven. Y aquella fiesta debía de ser la mejor a la que hubiese ido en mucho tiempo. Las calles de la ciudad parecían que también se hubiesen acicalado para la ocasión. El suelo parecía más limpio que nunca, y las farolas tenían un resplandor dorado. Al cabo de cinco minutos, le pareció volver a pasar al lado de la misma casa por la que había pasado antes. "Qué curioso" murmuró atónita. Estaba andando en círculos. De repente, empezó a llover. Su pelo, que tanto le había costado moldear, se estaba mojando y enganchando a su cara, en la cual el maquillaje descendía dejando terroríficos caminos multicolor en su rostro. Enfadada, empezó a correr cómo si ésto solucionase sus contratiempos. Y todavía estaba andando en círculos. Intentó tomar otro rumbo, pero volvía al mismo punto de partida. Llevaba ya cómo diez vueltas por el mismo camino, cuándo miró su reloj. Eran las doce y cinco minutos de la noche. "Ah, perfecto". Notaba cómo le subía un calor a la cabeza. El corazón se le aceleraba. Llegaría tarde. Y hecha un adefesio. A la fiesta con la cual había soñado despierta durante los cinco meses previos. Cuando se enteró de que se celebraba, se anticipó a todo para que fuese perfecto. Horas y horas mirando vestidos, peinados, pensando en todas y cada una de las frases que diría en mil y un situaciones posibles. Y tenía hasta pareja de baile. Incluso había practicado varios pasos. Cómo persona previsora que era, que le ocurriese éso era una vergüenza. Siempre se anticipaba a todo. Afligida, se puso de pie en la entrada de un edificio de pisos, esperando que dejase de llover. Sacó un espejito, se arregló el maquillaje, se alisó el vestido, y se peinó cómo pudo. "Todo tiene solución", pensó. Y tenía pensada ya una entrada triunfal. Cómo una estrella. En cuánto amainó un poco, estuvo dispuesta a ir a paso ligero hacia la casa. Pero oyó un grito en la oscuridad. Asustada, se puso a correr. Pero siguió yendo en círculos. Sentía un aliento acre detrás suyo, y unos gruñidos muy profundos, casi animales. Unos pasos pesados y lentos, cómo si los pies de plomo fuesen, le indicaban que tenía a alguien que la estaba siguiendo muy de cerca. Caminó algo más deprisa, y un tacón se le quedó enganchado entre dos adoquines, resbalando con el otro pie sobre el suelo mojado. Y lo vio. Un ser informe, pero más denso que cualquiera que hubiese visto antes. Era una sombra, pero en su superficie brillaban puntos y motivos fluorescentes. La extraña masa se le acercó. Olía a barro. Sintió cómo le rozaba, y lo próximo que vio fueron las estrellas. Y ascendió, convertida en estrella fugaz, para después caer sobre la tierra. ¿Cuántos más transeúntes inadvertidos caerían en las garras de la oscuridad? ¿Quién más acabaría caminando en círculos?
La oscuridad... Una cosa que es realmente... abstracta. Si no existiese la oscuridad, me pregunto que pasaría?
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