domingo, 1 de septiembre de 2013

Onírico







"Me despierto asustada, gritando. En el umbral que separa el sueño y la vigilia, siento el terror más elemental en mi propio cuerpo. El mundo se estaba acabando, ante mis ojos. En la radio decían que una estrella antigua explotó hace mucho tiempo, y que ahora su halo de destrucción llegaría a nuestro planeta. Quería esconderme, sumergirme en el mar dónde pensaba que el fin nunca llegaría. Pero el tiempo se acababa, quedando menos para el final. El cielo se tiñó de rojo, después paso a ser de un blanco nuclear, y todo lo que había visto, querido, admirado, temido y sentido se tiñó también de blanco, sucumbiendo a la nada. Con los ojos enrojecidos y el corazón a mil por hora, me asomo a la ventana. La calle, con sus coches aparcados, y el cielo del amanecer cercano. El mundo sigue aquí."

"Huyo. No me van a volver a hacer entrar en ése lugar, con ésa gente- fieras- mostrando plásticas sonrisas pero con la mirada ávida de sangre. El suelo, de adoquines, se inclina cada vez más. Me cuesta correr. Una fuerza mayor me obliga a ir gateando. Cómo una montaña, la vida se inclina. Todo se funde de negro y vuelvo a aparecer ahí. Risas falsas, corazones apagados. Entretenimiento feroz. Mal gratuito. Los tejados reflejan la luna, y las ventanas brillan con cálida luz tenue. Vuelvo a correr. El mundo se vuelve a inclinar. Vuelvo a aparecer allí. Camareros siniestros, cámaras de vigilancia, micrófonos, terror."

"Estoy viendo la televisión. Un muñeco aparece en la pantalla y se pone a cantar una canción sin sentido. Yo, pequeña, lo imito. Estoy riéndome del curioso personaje cuando las sillas de la sala se empiezan a mover solas. Sobre sus patas de madera, avanzan. Caras sin rostro, muebles vivos. Corro por un laberinto de color y veo un cartel anunciando un restaurante. Me meto en un autobús, que se para en mi habitación. En la cama reposa un bote de crema. Tiene una cara sin ojos, ni nariz ni boca pero que me observa. Caras sin rostro. Chillo. La cara se acerca cada vez más y más hasta que no veo nada."

"En cuanto empieza la cuenta atrás, sé que he de espabilar para esconderme. Abro una puerta. Pero ya hay gente escondida allí que me pide que me vaya. Todo el mundo ya está escondido en todos y cada uno de los sitios posibles. "Tres, dos..." ¿Qué hago? "Uno. Voy a por vosotros". Sólo me queda una alternativa: correr. Entre risas corro por la extraña estancia. Escaleras de madera, piscinas de bolas, literas, mesas y muchas puertas. Sé que le tengo justo detrás, y continuo corriendo. Me pilla. Un estridente olor a laca de uñas flota en el aire. "Ya sabes lo que toca. Elije."

"Hay una escultura en medio de la plaza. Es de piedra, con unas espléndidas alas extendidas. Me mira. Y noto un hormigueo en la espalda. Unas alas empiezan a crecerme en la espalda. Expresiones atónitas. Una fuerza extraña me coge y me alza. Siento vértigo. Me adentro en el cielo nublado. Entre la lluvia, jadeo con cada movimiento de alas. Mi consciencia cambia, poco a poco. Todo me parece más bueno, más bonito. El mundo afable, inocente. Sin malicia. Cómo un copo de nieve, frágil, efímero, precioso. El miedo ya no me turba. Sin embargo, un relámpago estalla delante mío, y su electricidad me agita fuertemente. Mis alas pierden sus plumas, quemadas, y siento cómo caigo abajo. Abajo, cada vez más abajo. El mundo que antes se me antojaba bueno y inocente, se pierde en la tormenta. Malo, turbio, corrompido. Miradas de terror se me clavan en el alma. Pero continuo caminando. Me siento eléctrica. Acabo en un pasillo dónde la música suena fuerte. Fanatismo, desenfreno. Cuerpos entregados al baile, al movimiento. Al olvido. Algo ocurre. Tenemos que salir del local. Evacuamos el edificio y nos perdemos en las calles, bajo la lluvia."


Cómo pueden llegar a ser los sueños y las pesadillas. De qué manera surgen en nuestra mente, y los sentimos. Y de qué manera los olvidamos. Curiosamente, son las pesadillas las que más recuerdo, y más curiosamente aún, lo que en un primer momento se me puede antojar cómo tal, una vez despierto y lo asimilo, puede llegar a parecerme inofensivo. 

Qué cosas.




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